Amor, neoliberalismo y adicción a internet

Pensamiento

De alguna manera, no sé todavía cuál exactamente, pero las tres están conectadas y en conflicto, sobre todo el amor. A veces tengo la sensación de vivir en medio de un contexto imposible de entender, de que el número de variables es tan amplio que la comprensión se hace inviable.

(Ayer hablando con mi madre)
Madre: Ojalá encuentres un trabajo para toda la vida.
Yo: Mamá, «para toda la vida» ya no es compatible con amor y trabajo.

Creíamos que la tecnología nos haría mejores como individuos y como sociedad. Y claro que tiene cosas buenas, pero la velocidad nos aplasta. Todo va muy deprisa, y nosotros, a diferencia de los programas de inteligencia artificial, no procesamos tan rápido. Soy, somos, carne de cañón para ser manipulados.

El amor ha muerto.
Neoliberalismo. No creo que haga falta decir nada al respecto.
Internet: el arma y el campo de batalla al mismo tiempo. Puede servirte para despertar o para atontarte. Ya sabes Neo, la pastilla roja o la azul.

Cada uno vive su verdad y se junta sólo con personas que piensan y conciben el mundo como él mismo. La prensa es una basura. La universidad únicamente se preocupa por rankings. Las investigaciones se valoran en función de la revista donde han sido publicadas en lugar de lo que aportan. Se producen competiciones por ver quién ha visto más series de Netflix (Filmin si eres cultureta). Nos seguimos creyendo que los políticos tienen capacidad para cambiar algo. Nuestro concepto de amor es degenerado. Instagram me atrapa como a la gran mayoría.

Me estoy quejando, lo sé. Pero si no me quejo aquí, dónde lo hago. Es lo que me desahoga. Publico estas reflexiones enmarañadas por si alguien me leyera y pudiera arrojar un poco de luz ultravioleta a todo el sinsentido que tiendo en esta ventana. Hemos llegado a un absurdo tan vertiginoso que no sabemos ni contra quién realmente nos rebelamos.

Yo quiero creer. De verdad, quiero creer en que hay otra manera de vivir y de amar. Las humanidades son toda mi esperanza. Pienso en los niños de ahora… Cómo será crecer con la angustia y el miedo de que el planeta se va a la mierda, de que la palabra futuro es simplemente siniestra. Una generación traumada.

Somos, hablando en plata, unos mierdas.